Migracion libanesa a Yucatan

La inmigración libanesa, y su descendencia, constituyen uno de los fenómenos sociales más reveladores del siglo XX en Yucatán. Los hombres y mujeres libaneses provenían de pueblos agrícolas, a menudo siendo analfabetas, pero con un temple que no solo subsanaba las carencias sino que daba para más.

Las causas de las migraciones libanesas son distintas de acuerdo al tiempo en que se realizan y a los pueblos de origen. Para aquel tiempo, un factor decisivo para que los habitantes de esta zona optaran por la inmigración fue la compleja situación política, económica y religiosa que desde mediados del siglo XIX se vivía en aquella parte del Medio Oriente: el momento en que comenzó a registrarse un significativo movimiento migratorio hacia América. En esta dinámica, el contingente más numeroso se dirigió a Estados Unidos, pero países como Brasil, Chile y Argentina, y zonas como América Central y el Caribe, también fueron receptores de un número importante de migrantes. Estos contingentes de familias de origen sirio y libanés, si bien tuvieron sus particularidades y especificidades, siguieron la misma tendencia de movilidad social, que estuvo acompañada con la formación de asociaciones que legitimaron su presencia en los países anfitriones.

En el caso mexicano, los puertos del Golfo fueron los puntos de entrada de estos grupos desde finales del siglo XIX. En la península yucateca, el entonces nuevo puerto de Progreso fue testigo de quienes arribaron con la esperanza de una vida mejor. Su llegada coincidió con una coyuntura particular: el inicio de la bonanza henequenera, resultado de la exportación de esta fibra que comenzaba a prestigiarse en los mercados internacionales y cuyo beneficio comenzaba a ser visible en lo que entonces se dio por llamar «el progreso». En este contexto, el desarrollo económico de Mérida, la ciudad capital, la convirtió en un polo de atracción en que los primeros libaneses se asentaron y comenzaron a trabajar en el comercio informal como buhoneros. Una actividad que al poco tiempo les permitió establecer pequeños negocios en torno a los mercados de esa región: el primer paso para el establecimiento de un comercio formal de mayor tamaño.

En su libro «De cómo los libaneses conquistaron la península de Yucatán. Migración, identidad étnica y cultura empresarial», Luis Alfonso Ramirez Carrillo, Así, el autor identifica cuatro etapas en el proceso migratorio en el sureste mexicano: la etapa formativa, que comienza a principios del porfiriato y se extiende hasta 1927. El periodo durante el cual los libaneses pioneros generaron los mecanismos para ganarse la vida y comenzaron a ocupar de manera escalonada nuevos espacios económicos, que demandaban cadenas de venta integradas. Esta situación generó una mutua dependencia a través del crédito y la cobranza; de esta manera, su endogamia contribuyó particularmente a la cohesión interna, y la colonia tuvo un referente espacial al crear un barrio propio en la capital yucateca.

Un segundo momento fue la etapa de consolidación, entre 1927 y 1950, y correspondió a la multiplicación de la primera generación nacida en México: se sumaron asentamientos de Campeche y de Chetumal, en Quintana Roo. En este periodo se puede constatar que los libaneses comerciaban en toda la península y que tenían una estratificación interna, que diferenciaba a las familias más ricas de las demás. El mantenimiento de la identidad étnica como estrategia les permitió no sólo subsistir, sino también acumular y capitalizar mediante el crédito, la confianza y la ayuda mutua. Sin embargo, la endogamia continuaba siendo una práctica común y apellidos como Macari, Xacur, Jorge, Mena y Rafful, entre otros, comenzaron a tener presencia importante en el ramo cordelero, ganadero, azucarero, lo mismo que en la lotería clandestina conocida como «bolita» y empresas camaroneras.

Ramírez ubica el tercer periodo o de integración, entre mediados del siglo XX y hasta 1990. En él se puede observar que la comunidad libanesa tuvo un avance notable que si bien les permitió incorporarse culturalmente a otros segmentos altos de la población yucateca, también favoreció cierto grado de disolución de la identidad étnica como grupo. En estos años, nuevas familias, como los Abraham y los Chapur se sumaron al grupo de los grandes empresarios a nivel regional, dedicados al comercio y el turismo en la Riviera Maya. La movilidad social de las nuevas generaciones, su socialización y su escolaridad creciente en esta etapa, facilitaron finalmente los matrimonios mixtos, con lo cual se completó el proceso de mestizaje e integración.

El autor señala como un cuarto momento el de asimilación, que va de 1990 a 2012. En estas poco más de dos décadas, distingue que las nuevas generaciones nacidas en estos años, al igual que sus padres, asimilaron los valores y conductas de la clase media y alta yucateca. Los procesos de transformación en la identidad empresarial y étnica concluyeron, al tiempo que la identificación como «paisanos» comenzó a ser sustituida por una que apelaba a un origen cultural más general y abstracto, en un proceso que algunos autores han denominado «libanismo».

Concluida la primera década del siglo XXI, Ramírez señala que la etnicidad libanesa forma parte ya más de las historias familiares que de su organización como grupo social, y es asimilada como un mito de origen relacionado con el esfuerzo, el trabajo y el éxito. Los apellidos comienzan a adquirir valor por sí mismos, por ser parte de una elite económica y política pujante. En estos últimos años, el reconocerse como de origen libanés ha dejado de ser una identidad exclusivista dentro de las pautas de interacción social, de cercanía privilegiada a un colectivo o trato solidario. Ahora es únicamente uno entre otros referentes identitarios.

FUENTES
1.-: Los libaneses en Yucatan, causa de la inmigracion

2.-http://www.scielo.org.mx/

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.